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Yo soy tú sin tu esmero. Yo soy tú sin tu mirada. Yo soy tú sin tus colores. Tú eres yo sin mi palabra.


Feliz noche. Feliz destino.

DE NUEVO OTOÑO



Has llegado por la puerta trasera. Como casi siempre. Sorprendiéndome aún con el calor ambarino del sol que me importuna. Has llegado humilde y casi apenado. Como lo haces siempre –jamás quiso tu entrada pétalos clavados en las puertas. Has llegado escogiendo la hoja que extirparás para que haga inútil la sombra de mis palabras. Has llegado desde más allá de un horizonte que cada día hará más anchas las estrías en que respiro. Has llegado desde más allá de una penumbra que cada día hará mi ventana más pequeña y más alto el cielo al que le sueño. Has llegado como los pasos de un abuelo... Silentes y arrastrados... Así llegas, Otoño. Como siempre. Despertando en mí lo mucho que de olmo del Duero tengo. Sintiéndote hacedor de todas las aguas y de todas las tormentas. Has nacido de nuevo. Y a tu parto silencioso acerco mi alma y mi palabra. Antes de que me ahuyentes de tu lado. Porque a la soledad que portas y alimentas le sigo teniendo miedo…  


Yo soy esta mañana. Con su silencio horripilante. Con su tranquilidad perversa. Con su devenir incierto. No aspiro a ser todo tu día. Me sobra con que me reconozcas en la primera luz que aparezca.

Feliz día. Feliz destino.




Tú ignorante. Tú necesaria. Tú soñadora. Tú infatigable. Tú lazarillo de todas las estrellas. Tú hiladora de todos los sueños. Tú reflejo de todos los espejos. Tú secreto de todos los cofres. Tú alimento de todos los tálamos.  Tú volátil. Tú compañera. Tú amante sobre todas las cosas. Tú lágrima en todas las distancias. Tú, el más bello de los pronombres.



Toma cualquier pretexto para entrar acá. En mi espacio. Porque si no lo haces voy a perder el hábito de besarte.

TOMA PRESTADO



    Te presto mi espacio. Y mis palabras. Y mi silencio. Te presto mi cama deshecha y mi armario pleno de soledades. Te presto mi canción y mi ron de marinero. Te presto mi cansancio y mi voz labrada por el humo. Te presto mis otoños y los jazmines de todas mis primaveras. Te presto mi ignorancia y mis libros vigilantes. Te presto mi orfandad y mi tristeza. Y te presto mi camino. Y su ceniza. Y su distancia.
    Pero luego, no digas que sigues sin entenderme …


Vivo despacio. No quiero dejar de escuchar el sonido de mis sandalias cuando rozan la desnudez del camino.





Las caricias que se hicieron nunca se borran de las manos de quien las hizo –me reveló el sabio en un susurro. Y entonces comprendí el porqué de los surcos en las manos del poeta.


Feliz tarde. Feliz destino.  

UNA TARDE PEQUEÑITA...



Si viviese en un pueblo y, tuviese a bien su paisaje, diría que la tarde cae ignorante, escarchando de amarillo los tejados que ocultan cenicientas… Como vivo en la ciudad he de ser más prosaico y atreverme sólo a decir: la tarde cae ignorando el aliento de la noche que, con certeza, se avecina… Pero eso sí, aquí también hay ocultas cenicientas…

Feliz tarde. Feliz destino.

A UN SUEÑO DE CONTRABANDO



Te he esperado esta noche. En la esquina de la nada. Haciendo equilibrios en el horizonte. Aseadita el alma para tomarte. Te he esperado aquí. Donde aposté nuestro último beso. El mismo lugar donde ya han apagado todas las farolas del camino, quedando sólo una luna desvestida que lame de luz los arrumacos de los porteños. Aquí y más allá del último vigía no tilita ningún faro marinero. Y es que hay demasiada tierra esta noche… Y es que eso me da miedo… Porque espero verte. Y espero no verte. Y espero dormir. Y espero desvelarme. Y espero tener un sueño. Y que en ese sueño vayas llegando… Abiertas por igual tu alma y tu blusa…