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PROMESA SIN ACUSE DE RECIBO



Me prometí dejar este año con las manos minadas de caricias y el camino hasta tus labios deshecho de carmines. Me prometí compartir luminosos amaneces con tu espalda y pasar noches enteras claveteando estrellas en tu cielo. Quise no volver a dejar mi maleta vacía en el descansillo de tus adioses y prometí no volver a picar el boleto que me devuelve a la esquina de la ausencia. Pero, ya sabes, cuando me prometo me equivoco. Así que dejaré de prometerme intenciones para este rimero de días que desgastarán los horizontes. No. Así tampoco me convenzo. Haré al menos una promesa: te inventaré, te encontraré y te amaré como nunca ningún loco te ha amado. Pero ésa sí que es una promesa sin acuse de recibo.    

ESTUVE EN TI



Sí. Yo estuve allí. En el acantilado de sus labios. Junto a su espalda oceánica. Míos fueron los besos que se posaron en su cuello indescifrable. Y mías fueron las manos que sembraron sus muslos de humedales. Sí. Estuve allí. Sobre la construcción de su vientre penitente. Y mía fue la lengua que en su piel labró senderos carcelarios. Y allá me acomodé en sus pechos pequeños coronados de rosáceas primaveras. Y allá anduve dibujando mariposas en todo el lienzo que me prestó su cuerpo y su tálamo. Estuve allí. Donde sólo se atreven los que del verso malviven y de la soledad se acompañan. En aquella piel que tiene la maldición perfecta para que, eternamente, gire en la locura la brújula del visitante.

COSTURERO DE TU ALMA




¡Cómo me gustaría ayudarte a desvestir tu alma! Desabrochar inquieto cada botón de tu existencia. Desdoblar anhelante el inicio de tu cuerpo. Bordar tu mañana. Coser escarcha de nácar en tu cielo y entallar dos estrellas a tu cintura cincelada.

¡Cómo me gustaría deshilachar tu piel hasta tu sangre! Remendar con olvidos tus recuerdos. Arrugar tu noche entre todos los costados de mi cama. Enhebrar caricias y besos hasta coserme a tu vientre bajo el fruncido níveo de mis sábanas.


¡Ay cómo me gustaría hacer patrones de tu estampa! Y así, sin más remedio, zurcirlos en plata y nieve a estas manos de sastre de palabras.