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Tienes ese tipo de mirada insolente. Ese tipo de mirada en el que uno se queda en suspenso y ha de coger las escaleras para bajar a mirar nuevamente las cosas corrientes.


DESDE EL INICIO



Volverás a ser distinta. Quebrantaremos el mismo lecho. Uniremos el mismo sudor. Pero tú volverás a ser distinta. Dibujaremos azogue en la misma noche. Acariciaré en la  vigilia perturbada tu piel de arroyo en calma. Y volverás a ser distinta. Cambiarás tu perfume y harás reciente la estrecha trama de tu vestido. Y volverás a ser distinta. Resucitarás tu antojo de enredarte en mi cuerpo. Te perderás en el mismo camino que lleva a la ventana vacía  y, cuando vuelvas, cuando vuelvas ¡Volverás a ser distinta!


Y es que tienes esa mágica manía de trocarte y trocarte. De aparecer de la nada y tener la distinta sonrisa que vuelve a enamorar desde el inicio. Como si ayer sólo hubiese existido en mi memoria. Como si conocerte fuese un endiablado juego en el que el corazón siempre vuelve a la casilla de salida.  

DE MEMORIA



Pues ya ves, acá abrazándote con palabras. En el silencio que me ocupa mientras la tilde de la noche recién se marca en el paisaje cándido que derrama la soledad de las farolas. Mientras la memoria –aquella memoria- se pierde en la preñez de la bruma que se ceba del olor de las castañas y del aliento de las cigüeñas.


Allá, en la visión a la que persigo, peregrinos que cimbrean sus sombras agarrados a la luna. Y luces abiertas como vocales arrepentidas en las bocas equivocadas. Y arriba, más arriba, dos estrellas pardas –como de ceniza- que juegan a la comba sobre el telón de lo infinito. Todo es tan sencillo que me trajo a la memoria tus besos de paloma… Porque siempre andas tú en mitad de esta espiral de tinta e imposturas. Siempre en la lejana mentira de que estás más cerca de lo que pienso. Caprichosa y mágica. Como hecha de aire. Como hecha de silencio. Como hecha de memoria…