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MARINERO EN CIERNES




Yo compondría muchos poemas al mar. Y a sus casitas marineras. Y a sus barcas tan honestas.

Yo compondría muchos poemas al mar. Y a su existencia de escamas. Y a su abdomen planetario.

Y así, tal vez, escribiría diciendo: ¡Ay mar, preñez azul! ¡Ay mar, semillas de agua!... y otras naderías que se me ocurriesen…

Pero yo fui a nacer en el seco pliegue de un valle. Como un olivo. Como una espiga. Como la llaga de un camino. Y por eso tengo siempre este ademán de lejanía, de destierro, de nostalgia, de equivocación -como un bandoleón tocando una polonesa…

Cuando un día me vaya al mar, pintaré mi casa de blanco-niña, y mi tejado de azul-niña y mi barca de blanco-azul-niña; y por las mañanas, y por las tardes y, en la herida de la noche, me acercaré a su orilla costurera, y le diré, ¡Ay mar, hasta en las caracolas te eché de menos…! 

SÓLO ELLOS




Era una de esas noches
con garabatos de estrellas.
Nada en ella oculto.
Ni la pena.
Nada en él abstruso.
Ni la sombra blanca
de su sombra negra.

Era una de esas noches
con espuma de deseo
galopando por las venas...


AL ALBUR DE LA SEMANA



¡ Levántate Semana ! Tiende al albur del viento los telones infamados de tus trastiendas. Despliega o contén cirros a tu antojo. Derrocha sol o sé virulenta con la lluvia. ¡ Tú mandas !

Aquí abajo, tantos mortales, esperamos el designio de la septena en que agrupas la tirada de tus dados. No somos más que aquello que ocultas en tu despensa, en tu abdomen de horas y trampas… No somos si no la manada obediente que acude a la sirena de tus fábricas de esperanzas. Los carneros en el ara del probable sacrificio. Los mártires en la hoguera de las mariposas silenciosas…

¡ Sublévate Semana ! No podremos ser más si no te enfundas en un anárquico compromiso. Si no abres el cajón de los azares imposibles, si no marcas la baraja con serendipias caprichosas…

¡ Sublévate Semana ! Y no des al César lo que es de Dios y a Dios lo que es del César.

Si rompes la partitura de los tiranos ciegos, por ti y tu soberbia, yo, Semana, brindaría…

EXILIO




Tiene esta noche dientes
en encías de boca vieja
-afilados matarifes
que mascan carne de estrella-.

Por la sierra antes creyente
-hoy colmillo de luna hueca-
asoman quinqués de lobos
y lechos de madreselvas.

Las cenizas de las nubes
mortajas de niños velan,
y hay un grillo llorando
su cri-cri, su pena-pena.

Tiene esta noche dientes
y tienen hambre las fronteras.

ESCLAVA DE LA LUNA



Me pregunto si seguirás siendo esclava de la luna. Si seguirás esperando junto a aquella barra de espejos duplicados –piernas cruzadas y espalda de invierno-. Si beberás aún aquel champán afrancesado que derretía –inmisericorde- el velo de tu garganta. Si seguirás desnudándote –ojos en azul- en aquella habitación sin alma ni perchas de corales.

Me pregunto si aún mantendrás aquel rubio entre tus labios y, de ser así, si aún dibujarás cielos huecos con el humo. Me pregunto por tu anillo de la suerte –compositor de luces en aquellas paredes jacintinas-, y por tu voz, ¡cómo me pregunto por tu voz! -aquella escarcha nasal que tanto me estremecía…

Me pregunto por aquellos amaneceres cuando, invitada a mi morada, a mi alimento y a mi tálamo, confundíamos el amor y la pereza; por aquel pan blanco donde untabas tu sonrisa, y aquel pan negro donde untaba mis demonios… Y por el final de aquellos domingos de resaca marinera, agotados -por la inercia de tu tiempo y tu misterio- en la acera de la tarde impenitente.

Me pregunto por tu nombre, porque –aunque lo achacabas a mi memoria- me lo trocabas tantas veces…

Me pregunto -rehén de mi recuerdo- si existirás como existías, porque yo –pobre cambalache de versos y noches- busco, entre mis razones, tu burdel de primavera.


PERO HAY OTRO SEPTIEMBRE MÁS…



Hay otro septiembre. Siempre hay otro septiembre. Siempre traen todos los años y todas las estaciones otro septiembre.

Es el que anida en el vientre de las piedras y germina el feto de lo insignificante. El que gira en un grano de arena buscando el centro del horizonte. El que se detiene en el camino junto a la mariposa que miente su ceguera. El que late en las babas secas de las caracolas abandonadas.

El que nace entre las ruinas de los amores inconvenientes. El que convoca a las astillas de aquellas lágrimas que se sostienen en la carne…

Es el septiembre silente e insospechado. Marinero de papel en olas de mentiras. Menudo. Inquieto. Sabio. Turbio. Carcelero.

Es el septiembre al que escribo desde mi alma pequeña -encogida en el miedo de la dicha de los otros-. Es el septiembre al que –por destino- acaricio y padezco. Imparcial en mi contorno. Quimérico, noctívago y feroz.

Es el septiembre que sólo entenderán aquéllos que hayan visto, en sus ojos, los ojos de las orugas que devoran la gloria y la sesera.


OTRO SEPTIEMBRE




Es septiembre el párpado rendido de la mirada del verano. El último soldado de las siestas estivales –coraza de grises tornada en amarillos-. El penúltimo parto de las hormigas, el último emperador del medallón de oro -el que dictará el éxodo definitivo de los grillos melancólicos.

Es septiembre el olor a lápiz, a goma de nata, a baby de leche, a libro nuevo, a traqueteo de armarios… Es la vuelta a los ojos de la niña de la coleta castaño, al niño del mentón adolescente -ese amor párvulo que, por un tiempo, quedó a la vera de tres arroyos amarillos.

Es septiembre un mar indeciso que duda entre las orillas. Un amago al norte en las mañanas. Un eremita en el valle del sur por las tardes. Un farero encaprichado de las noches. Un telón que se levanta –siempre- sin que la comedia del otoño haya comenzado.


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Imagen: “Paisaje en Septiembre” JUAN JOSÉ FERNÁNDEZ-SANTIAGO (Óleo sobre tela)

INFINITAMENTE



Eres mi jueves. Eres la mañana de mi jueves. La tarde y la noche de mi jueves. Luego, en la madrugada, trocarás en mi viernes, y en su tarde y en su noche y en su nueva madrugada cambiante, y así -infinitamente- te convertirás en mis semanas y en mis meses, en el brocal amable de todos mis tiempos, y así –infinitamente-, serás el ábaco de piel y locura que acariciaré sin miedo hasta que mi sombra se funda –para siempre, para nunca- con todas las sombras del universo.