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UN RETAZO DE PRIMAVERA



Tampoco en este invierno me hice infinito... Hoy, de camino al mercado, vi caer los primeros copos de la primavera. Un sol joven, como un vino amarillo, regaba ya los costados de las veredas, mientras un frío envejecido se  evaporaba de las hojas tiernas de los árboles. Imaginé a las hormigas bostezando y a una legión de moscas -disfrazadas de puntitos de la i- preparando los festejos que se avecinan, mientras se emborrachan de savia en los huecos tibios de los troncos quebrados.

En ésta, mi bendita tierra, todo llega antes. Antes revientan las flores y antes vocea el cielo su azul irreprochable. Antes se pintan de amor las mocitas y antes huele a yedra en el brocal de tu pelo negro. Antes anda revuelto el ganado y antes se seca la arena en la ribera de las almas.

Aún pastará el invierno por estos llanos, por esta callejas de forja y estas sierras morenas. Aún se harán nieve las gotas de los pámpanos y aún se harán grana los carbones de los braseros, pero hoy, cuando iba al mercado, tal vez sólo en mi esperanza, un indolente rayo de sol me trajo toda la primavera.



Feliz día. Feliz destino.

VOLVER



Volver no es fácil. Mucho menos cuando se regresa con la misma derrota con la que uno, antes de partir, ya aceitaba su montura. A lo lejos se ven cerradas las ventanas y vacías las sillas de anea, y uno siempre piensa que volvió a regresar por el camino equivocado -es lo malo de no anotar, a fuego, el centelleo desalmado de las estrellas mentirosas.

Yo siempre marcho solo y vuelvo solo. Como un errabundo que sale de un desgastado laberinto. Apenas regreso, vuelvo a colgar de la nada mis aperos tiznados con la cal de los molinos de la Mancha: la lamparita de aceite, el humo del cigarro que dejé irresuelto en la columna que trepa al techo, la pluma reventada, tu retrato grabado en alma y mil garabatos en mil papeles que nada esconden y que todo callan.

Desnudo ya de viaje, aireo el caserón estrecho y pongo a salar las cicatrices que me cruzan. Alimento a mi gato. Esturreo las palabras de los bolsillos y, como si nada, me pongo a recordar de nuevo el comienzo de aquel soneto que escribí, a doble copia, sobre tu vientre y mi hambre enamorada.