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EPÍSTOLAS DE VIENTO





A mí, como a los soldados, como a los presos, como a los emperadores mediterráneos, también me gusta escribir cartas. Constreñir mi letra diminuta en el papel tibio y confesar frases como “esta es ya mi segunda luna sin ti…” o “no hay lugar en este invierno donde no te escondas…”

A mí, como a los oficiales, como a los clérigos, como a los marineros, también me gusta escribir cartas. Fijar los adjetivos a los nombres, sucesos a las fechas, y firmar con una rúbrica ampulosa, ilegible, al final de tres hojas y cuarto de sedas, invenciones y desesperanzas.


A mí, como a los abuelos de entonces, como a los poetas de entonces, como a los enamorados de entonces también me gusta escribir cartas, y es por eso que tengo rimeros de sobres preñaditos de voces que callan, que esperan dispuestas a decir cuando los vientos cambien y haya tiempo y corazones que sirvan de nicho a mis palabras.