Pues ya ves, acá abrazándote con palabras. En el silencio
que me ocupa mientras la tilde de la noche recién se marca en el paisaje cándido
que derrama la soledad de las farolas. Mientras la memoria –aquella memoria- se
pierde en la preñez de la bruma que se ceba del olor de las castañas y del aliento
de las cigüeñas.
Allá, en la visión a la que persigo, peregrinos que cimbrean
sus sombras agarrados a la luna. Y luces abiertas como vocales arrepentidas en las bocas equivocadas. Y arriba,
más arriba, dos estrellas pardas –como de ceniza- que juegan a la comba sobre
el telón de lo infinito. Todo es tan sencillo que me trajo a la memoria tus besos de
paloma… Porque siempre andas tú en mitad de esta espiral de tinta e imposturas.
Siempre en la lejana mentira de que estás más cerca de lo que pienso. Caprichosa
y mágica. Como hecha de aire. Como hecha de silencio. Como hecha de memoria…
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