Datos personales

CONJUGANDO EL VERBO AMAR




Decía el gran Nicanor Parra, poeta, matemático, físico y chileno -póngalo usted en el orden que más le agrade que yo lo constituí sin pensarlo- que el mañana es ese día que no llega nunca, ya que en el momento que lo hace se convierte en presente y, por mor de la instantaneidad más inexplicable, lo hace también en pasado. Yo, sin embargo, sólo añoro el mañana. Será porque es lo único que nunca tuve. Tengo el presente y se me va como hoja que lleva el diablo y tuve, sí ¡ay tuve! el pasado y me quedó clavado, porito a porito, en mi piel en un perfecto trabajo de ingeniería perversa. Nunca he amado en presente porque, al darlos, ya volaron mis besos a otros labios. Nunca he amado en pasado porque, a fuerza de desmemoriado, me he vuelto un redomado sinvergüenza que cree que amar no es verbo que sea posible conjugar en pretérito –ni perfecto ni imperfecto. Así pues me queda amar en futuro. Cosa ésta a la que se le antoja la más pueril y lógica de las cuestiones: ¿A quién?

Será por eso que amo tus andares niña cuando los pierdes delante de los míos. Y que atrapo tu mirada cuando la cruzas en ese instante en que soy yo también el que mira. Será por eso que sólo te acaricio en sueños cuando, la duermevela te hace tan mía, que me olvido de que existo. Será por este galimatías metafísico que ayer te vi y te amé y hoy apenas recuerdo el color ¿grisáceo? de tus ojos. Más por ello nunca te me pierdas, niña, porque algún día aspiro a amarte en pasado, presente y futuro. En todas las conjugaciones verbales que acepte tan exquisito verbo. Tan imprescindible proceder. Porque amarte. Amarte como lo hago eso sí que es un gran problema metafísico.

P.D. Un beso de mañana porque, el de ahora, ya lo revoloteó el viento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario