Te presto mi espacio. Y mis palabras. Y
mi silencio. Te presto mi cama deshecha y mi armario pleno de soledades. Te
presto mi canción y mi ron de marinero. Te presto mi cansancio y mi voz labrada
por el humo. Te presto mis otoños y los jazmines de todas mis primaveras. Te
presto mi ignorancia y mis libros vigilantes. Te presto mi orfandad y mi
tristeza. Y te presto mi camino. Y su ceniza. Y su distancia.
Pero luego, no digas que sigues sin
entenderme …
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