Señora, le ruego recoja usted ya mi alma del alambre. Ha estado
tendida todo el verano y aún así no le ha tenido usted la más mínima consideración, de forma y
tal, que no me gustaría encogiese con las lluvias que se avecinan despreñando a los cielos otoñales.
Siempre agradecido. Su viejo amante.
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