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FEBRERO Y TÚ


A piel de manzana


Llegó Febrero sin marejadas. Con su día de más como un fardo de contrabando. Se acercó Febrero casi en rumores, con sus despertares de luz y espinas, con sus anocheces aún tempranos, todavía perezosos… Febrero tiene una luna inquieta y un sol adolescente que ya advierte de la bizarría de su centelleo. Febrero se metió entre nuestras sábanas como una amante pequeña y silenciosa. Pero Febrero es un mes que nunca quiere hacer el amor…

Se pasearán sus días primeros por la calle como corchetas, redondas y fusas de una partitura festiva. Pero a mí no me engañas,  Febrero. Y por eso advierto, tras tus payasos alegres, la lágrima del payaso desdichado y, por eso, no me cautivan tus caballeros con armaduras brillantes en las que distingo el papel de plata mentiroso y, percibo -con indecencia de niño- el ojo sano que se esconde bajo el parche de pega de tus piratas… Porque en Febrero se disfrazan las mariposas de crisálidas para que no las obliguen a volar, y las hojas desaparecen de repente  -como campanillas de cuento-  para dejar el paisaje sin el color pardo con el que lo manchó el Otoño.

Febrero es esquivo y enigmático. Siempre me resultó un mes rebelde de atrapar para mis recuerdos. Cuando abro el trastero, cuando desempolvo la entretela de la madera de mis armarios, cuando abro baúles y carpetas -en el escaso atalaje que me rodea- apenas encuentro nada fechado en Febrero. Cuando busco en el breviario de mi vida, Febrero queda sin oración de orate, como un mes para enterrar sin duelo. Parece ser Febrero necesario sólo para completar los arcanos de esta insondable tristeza que hoy se hace víscera en mi alma.     

Y es que tú siempre llegas como Febrero. Sorprendiéndome a contrapié. Con la muda de mi piel a medio quitar. Medio afeitada la barba y medio cavada la trinchera. Y también te marchas como él. Mientras me encuentro numerando los días para tu despedida. Aprovechando el subterfugio del almanaque. Conocedora de que mi mirada aún anda distraída en tus ojos. Pero es que en este Febrero te has marchado demasiado pronto. Cuando aún me alegraban tus maneras. Cuando aún andaba equilibrando tu sonrisa. Cuando aún no estaba cálido el lugar que te reservo siempre, ni tibia el agua de la ducha. Cuando aún mi mano nacía reciente sobre tu vientre blando. Cuando –inocente- creí que, esta vez sí, íbamos a tejer una nueva primavera.  

El año próximo te pediré que tu tren no pare otra vez en esta estación del calendario. Porque ya me dueles demasiado y no me quedan canciones de remiendo.

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