Pudo ser ayer cuando te vi.
Distraída y adolescente como siempre. Adiviné tu pelo revuelto entre la
distancia de tres viandantes. Te contemplé como se contempla un paisaje –estancada
tu figura en la perfecta perspectiva del óleo. La quietud serena de lo
inmutable. No hubo brisas de pasión a tu paso porque apenas notaste mi
distancia. La distancia que quedó pendiente. Certera. Infinita. Como quedan
pendientes todas las distancias de los que elijen ser distantes. Pensé en el
tiempo en que jugabas conmigo a desnudar las primaveras. Cómo habías amanecido
a mi lado mientras crecían los otoños en mi barba. Cómo habías sido el pergamino
de mi poesía y la templanza de mis manos. Tú, ahora sólo una silueta en mi
corazón de transeúnte. Sin que a tu paso se rompa la serenidad del río. Sin que
vuele ninguna cometa ni suene ninguna campanilla. Sin que se desprenda una sola
hoja de los árboles que nos cubrieron. No habrá insistencias. Me sentaré
nuevamente frente al mar. Avisada mi poesía del horizonte. Me enseñó la
distancia a guardar tu corazón en un armario…
UN DOMINGO EXACTO
Hoy me he levantado sin sueños. Me los debe de haber robado
algún hacedor de hurtos de los que se empeñan en dejar sin ellos a los que
tanto uso les damos. El día está impetuosamente claro. Dibujado sobre un lienzo
tan azul como tus ojos cuando son azules. Hay un sol para cada célula de cada
ser del universo. Un sol arrogante y limpio que templa la lana que cubre a los
abuelos. Es un domingo certero. Exacto. Hecho a propósito para que yo eche más
de menos a mis quimeras cruelmente lastimadas. Si el día sigue valiente es mejor
que cierre las persianas. Y que encienda la luz que tiembla. Y que navegue
entre historias escritas por otros solitarios. Es mejor que no aparezca en las
aceras cinceladas por los haces. Que escoja sin desconsuelo este destino que
hoy me encarcela entre las sombras. Y que espere, sin sueños, hasta que mañana
el día reviente de flores heladas y me devuelva lo que es mío. Mientras, deseo que
este domingo, henchido de si mismo, rebose entre los soñadores de fortuna, entre
los marineros de las montañas y los cazadores de sonrisas, porque a mí ya no me
duele esperar en puerto a que llegue otro trozo de nívea primavera…
VERSO
Yo tengo un amor pequeñito. Como un verso. Como un verso
pequeñito. Yo tengo un sueño pequeñito. Como un hojaldre frágil y níveo, y también
tengo un recuerdo pequeñito como un tallo. Como un tallo alambicado que se
retuerce de miedo. Yo soy todo pequeñito en mi memoria. Una memoria pequeñita algodonada
de silencios de caramelo. Pero cuando tú respiras mi amor, mi sueño y mi
recuerdo se hacen enormes como planetas enormes, y es cuando yo dejo que gires
y gires sobre esta alma pequeñita que interroga -adorando- tu existencia.
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