Pudo ser ayer cuando te vi.
Distraída y adolescente como siempre. Adiviné tu pelo revuelto entre la
distancia de tres viandantes. Te contemplé como se contempla un paisaje –estancada
tu figura en la perfecta perspectiva del óleo. La quietud serena de lo
inmutable. No hubo brisas de pasión a tu paso porque apenas notaste mi
distancia. La distancia que quedó pendiente. Certera. Infinita. Como quedan
pendientes todas las distancias de los que elijen ser distantes. Pensé en el
tiempo en que jugabas conmigo a desnudar las primaveras. Cómo habías amanecido
a mi lado mientras crecían los otoños en mi barba. Cómo habías sido el pergamino
de mi poesía y la templanza de mis manos. Tú, ahora sólo una silueta en mi
corazón de transeúnte. Sin que a tu paso se rompa la serenidad del río. Sin que
vuele ninguna cometa ni suene ninguna campanilla. Sin que se desprenda una sola
hoja de los árboles que nos cubrieron. No habrá insistencias. Me sentaré
nuevamente frente al mar. Avisada mi poesía del horizonte. Me enseñó la
distancia a guardar tu corazón en un armario…
No hay comentarios:
Publicar un comentario