Yo ya la había encontrado. Como ella me había encontrado a mí. ¡ Tan juntos entonces ! ¡ Tan sinceros ¡ ¡ Tan amantes ¡ Fueron tardes como ésta
-a las que le sobra el vaho de una certidumbre que las cansa- las que desataron
lo atado. Las que hicieron del tanto un tan poco y del infinito una quimera.
Fueron tardes como ésta las que bajaron todos los estandartes de lo más alto de
los tálamos. Las que secaron ríos y desnivelaron mares –haciendo zozobrar
tantos barquitos de papel… Por eso, cuando oteo en el horizonte el plomo
anaranjado de estas tardes de verano, siempre me agarro a tu brazo inexistente,
como no queriendo saber que, hace ya muchas tardes, el destino lo llevó hacía
otro brazo tan amante como el mío.
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