Hoy te escribo bajito. Para
que ninguna criatura de las pasean por mis noches me robe el vocablo escogido. Te
escribo bajito, y sin palabras grandes de las que rebosan por las ventanas. No
te voy a hablar de amor, ni de distancias, ni de tiempo. Son quimeras que, si
alguna vez conquisté, hoy ya arramblaron con el forro de mis bolsillos. No voy tampoco
a dibujarte con la estupidez de los misterios, ni a mencionar el color de tus
ojos, ni a repetirme el olor de tu cuello…
Sólo te escribo, bajito, para
que sepas que ahora yo, también estoy lejos de aquél al que dijiste que volverías
un otoño. Ahora me entretengo fuera de mí. Adiestrando gorriones y despintando
el vaho de las ventanas. Ahuyentando grillos y escribiendo primaveras en las amapolas
muertas. Gastando sandalias sin tener caminos que andar, y tiempo sin poner en
marcha los relojes. Inventado siluetas tras las sombras ausentes de las sábanas
dobladas…
Y todo ello, sí todo ello, sin
saber quién de los dos está ahora más lejos de la ausencia…
Fue esa la razón de esta
misiva. Porque, ya que quedamos en volvernos -tú algo más que yo-, si mantienes
tus intenciones, me mandes razón con el tiempo suficiente para que yo, también vuelva
dentro de aquél que dejaste un día contando las pecas de tu espalda.
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