No sé si fue una noche de abril como ésta. No sé si fue,
como ésta, una noche con tildes de frío aún en las hojas de los naranjos (cuántas
veces la memoria es infiel a lo ocurrido).
Tal vez no era abril, ni era noche. Tal vez aún los azulejos
del sol empedraban las riberas. Tal vez aún escampaban reflejos entre la lluvia
amarilla de la tarde…
¿Por qué entonces esta noche me vuelve a traer el mismo
recuerdo?
(Las sombras de tu rostro de nuevo apareciendo por las
puertas, el aire de tu cintura embelesando las mórbidas esquinas de la casa y,
al otro lado de mi espalda, tangencial a mi silencio, el hablante círculo de tu
risa).
No puede ser falsa esta presencia que ahora me abrasa el
pecho…
(Tú anunciando la cena, la frugal cena para dos que hoy no
existe sobre la mesa. Tú y tu pijama indefenso y tibio, tú y el cuenco de la
sopa, tú y la televisión apagada y aquellas palabras perfectas que relataban la
aventura del día).
Todo vuelve a pasar ahora, como si goteasen ayeres sobre
esta noche desabrida de abril. Como si el pasado no fuese contigo. Como si tú
no formaras parte de los renglones del calendario.
…Y yo escribo y -a fuerza de muecas- sonrío, y la luz de la
pantalla en que dispongo las letras hace daño en mi retina insistente, detenida
en el ayer, en ese ayer del que tú vas y vienes sin contar con los caminos ni
con el tiempo, como un tranvía intermitente que extravió de parte a parte la
memoria.
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