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INVIERNO EN EL RELOJ




El invierno es un dios que hace níveo cuanto toca. Adolece el invierno de tardes de brasero y de noches brunas como cuervos. El invierno sostiene un bolero en la sangre de los amaneceres y cuando enfría, sólo el calor de unos ojos amables permite volver a las sendas olvidadas. En invierno, los gorriones errantes se abrigan con cortezas de árboles heridos, los mismos en los que se revuelven soñando los insectos con la savia. Tiene el invierno paseos cortos y cafés eternos. Charlas templadas en las chimeneas de los campos y un olor a humo como de maderas asadas. En invierno lo lejos parece más lejos, y aquella melodía que entonaste en tu pianola de juguete se pierde en el quejido de un horizonte audaz y silente. Todo es más callado en invierno. Sólo el ulular del viento despliega, de cuando en cuando, coloquios infinitos. Y en invierno mis palabras son más frías. Y mis silencios son más largos. Y tus manos más necesarias…

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