Me verás otra vez acercarme
por la vereda alta de la sombras, allá donde plantó el verano su último
limonero. Me verás emerger de entre las nieves inversas de Caronte –los pasos
aún remisos por el frío. Me verás con el sombrero inquieto y la mano nerviosa.
La sonrisa torcida de deudas. La piel en calma. Los zapatos heridos. Adivinarás
en mi muñeca un reloj de arena parado de sol y, en mi espalda, el fardel escaso
de un marinero. Adivinarás el paso de las lunas por mis ojos, los cielos abiertos,
las pléyades borrachas, los bandos de gaviotas buscando el corazón de los peces…
Me acercaré tentando tu mirada con la mía…
…Y al llegar a ti te
empapará una lluvia de palabras. Me abrazaré a tu vientre sementero y recorreré
tus labios con mi hambre. Te alzaré al vuelo de las mariposas bailarinas y haré
mi patria en tu cabello y en tus pechos. Y agotado de regreso, te romperé de
amor y de codicia. Porque vengo vacío de recuerdos, como las piedras que ladran
a los ciegos en los caminos…
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