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LA EMANCIPACIÓN DE NANO



Nano se ha independizado. Apenas cumplidos los catorce meses, se ha hecho un pisito con cimientos de cartón -que llegó para otros menesteres- al que ha dotado de una singular puerta evitar coscorrones y una ventana trasera para examinar (¡cómo no!) a posibles visitantes... Allá se ha llevado su ratita de rayas, su pelota de básquet, su inseparable perrito de ojos saltones y dos rollos de papel higiénico sin papel (?). No ha intentado llevarse su agua y su pienso porque me temo que anda escaso de espacio y porque, en su sabiduría felina, ha pensado que mejor que el pienso y el agua sigan garantizados por su compañero grandote –que no vaya a ser que éste, viendo tanta independencia, se olvide de abastecerle en esta época de escasez de roedores.

La independencia de Nano es rotunda y tozuda. Apenas la más mínima desconsideración hacia él, toma el trasto con el que anduviera y, ¡visto y no visto!, a su casita unifamiliar. Así que ahora más que tener un compañero de piso, tengo un vecino. Un vecino del que, por cierto, me voy a quejar a las autoridades oportunas (pues tengo que averiguar cuáles son las encargadas de los litigios hombre-gato) porque, a eso de que comienza la madrugada, este singular elemento no hace sino salir de su pisito y recorrer el mío con velocidad de alazán árabe peleándose con quién sabe qué molinos invisibles, amén de trastocar también las pequeñas pertenencias que desparramo cuidadosamente por mi espacio.

Así pues y, por lo antedicho, escribo esta minuta para que quede constancia de mi protesta más absoluta ante tal independencia pues, aparte de lo expuesto, por contrato tengo prohibido el subarriendo total o parcial de mi inmueble y, este felino arrogante es capaz de buscarme un lío con la casera.


P.D. Cuando se ha cansado de perseguir molinos o gigantes felinos y, ya la luna ya se ha hecho mayor, Nano, muy silencioso él, busca mi lecho y, con clandestinidad y alevosía, pega su cuerpecito templado al del grandullón que esto suscribe y, es entonces, cuando me doy cuenta de la cantidad de mi cariño que se ha llevado este puñetero gandul. 

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