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SIN REPROCHES Y VICEVERSA





Sin reproches. ¿Vale? Como si hubiésemos inventado los árboles. Como si nunca nuestras lenguas hubiesen traficado con los besos. Como si tu piel nunca se hubiese anclado a la mía. Como si los unicornios de agua nunca hubiesen existido…

Sé que me lo dijiste: “no lo hagas más…” Lo dijiste con tu voz distraída, como cuando decías “me vas a hacer que deje de quererte” o “algún día dejarás que me marche”. Siempre la misma voz, tranquila pero admonitoria –como un oráculo de caramelo-. La misma voz con la que abrías los “te quieros” o los “jamás encontraré a nadie como tú…” Tal vez por eso la ignoré tantas veces... Tal vez por eso y porque la acompañabas de esa sonrisa que compartes con los ángeles…   

Y yo con mis componendas de historias complicadas… Nunca las entendiste… Yo, el silencioso e implacable guardián de todas las puertas de tu cuerpo…

Un día tu voz dijo “adiós” y vi que ya no sonreías. Y cuando quise alcanzarte, me encontré con la humedad de tus pisadas. Habías llorado y yo –tras  aquella primavera- ni tan siquiera recordaba que llorabas…

Así fuimos. Como árboles fronterizos. Y hoy, ya te cuento, me parece que los hubiésemos inventado –tienen tanta memoria…-. ¿Sabes? Yo sigo viéndolos cada tarde, pero ya sólo escribo para una sombra triste y desnuda, una sombra -sin contrabandos- bajo el puerto alto de las hojas silenciosas…


Sin reproches. ¿Vale?

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