¿Cómo contar nuestro cuento? Ya te he dicho muchas veces que
soy un pésimo escritor de cuentos –se me revelan tanto los personajes…- Y aun
conociendo mi imperfección, vas tú y, con tus oiditos sordos, me solicitas uno
que nos abarque.
- Quiero que tenga un final feliz –me has propuesto
exigiéndome...
- Y que haya dos amantes que destruyan nubes oscuras y
oleajes ambiciosos –eso lo has dicho con la mirada en el cielo del salón…
- Y una princesa, ¡sí!, una princesa de ojos celestes y agua
de azahar en los labios –y has sonreído, y han sonreído las paredes…
Y si hay una princesa, pon un príncipe apuesto, valiente y
con una armadura de acero y oro –y yo que me miro y que me veo fuera del
cuento…
Espera –has seguido diciendo- te anoto todo lo que quiero y,
dicho esto, he visto correr tu cuerpo por el pasillo, medio vestida y medio
desnuda –como sueles andar por la casa, indecisa entre hacer el amor o la
compra…
Y yo aquí, esperando tu vuelta –aún sin saber si te has
acabado de vestir o de desnudar- he comenzado a hundir el lápiz en la trama de
la cuartilla…
“Érase una vez que se era, que ella –tan ignorante siempre
de las orugas que viven en mis cárceles- me pidió un cuento, mientras se hacía
-de nuevo- mariposa de aire por los pasillos interminables de la tarde…”
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