A vosotras, mis infieles mariposas. Infatigables maestras de
la caricia inopinada. Dómines en el arte del dibujo por esta piel que sostengo
como un pergamino agotado. Vosotras que habéis sido beso en el brocal del pozo
y anochecer de estrellas en los zaguanes. Colaboradoras indispensables en el
quehacer de mi camino, ora colocando rosas, ora aguzando las espinas. Vosotras,
sueños deslucidos por pertenecer los besos al mundo de lo onírico. Irreales y mágicas.
Reales y dolorosas. Enaguas quebradizas sobre los muslos morenos. Cinturillas y
ojales indescifrables. Sedas y sábanas borrascosas. Vosotras epístolas
interminables, manantiales de tinta y de saliva. Llantos implacables bajo la
luz de la luna retorcida. Risas irisadas sobre un cielo temprano y llano.
A vosotras. Hoy dispersas por mi mente y por mi espacio. Os
ruego que recojáis los trozos de mi piel que os llevasteis con el permiso del
orate que nació de aquel perfume y que, poco a poco, recompongáis la estampa de
aquél que fui y que ahora se ausenta, porque necesito transpirar de nuevo en
esta soledad que pesa como cientos.
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