Hoy la mañana se ha puesto manga a la sisa y se ha
presentado más fresca que una lechuga. Es de aquellas mañanas que se escapan al verano, cancerbero
implacable de su custodia para que, en su recio menester, éste castigue a los
nacimos en el sur con mordidas de calor que bien parecieran forjadas en el mismísimo
infierno. Son mañanas de césped regado y abuelos con mascota que, al contrario
que los lagartos, salen pegados a la sombra como estampas de otro tiempo. Son
mañanas de café en una terraza recién regada compartiendo palabras y silencios
con quien bien se pudo compartir la noche. Mañanas que se descuelgan de los árboles
altos con la amabilidad de un maná desfachatado y primitivo... Son, en suma,
las brechas del estío, quien pronto arramblará con ellas para recordarnos que aún
nos queda penitencia.
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