Allá, en la plaza, hay festejo de gentes esta noche. Oigo
sus arroyos de voces y sus algazaras derramadas sobre el albero. Estará la
plaza rodeada de luciérnagas atragantadas de luces y de moscardones insomnes bailando
en las sandías. Al fondo, una banda tuerta de violines, martilleará pasodobles
con nombres de toreros. Habrá sillas de madera -de las que luego se encierran
en sus tripas de astilla- y un bar hecho de chapa y de colores, con remiendos
de cerveza y de vino tibio. Y sobre las cabezas variopintas -todavía lejos del
cielo- habrá banderitas pendencieras y globos ahuecados de aire preso.
Hay festejo de gentes esta noche. Los huelo masticando ristras de pollos y panceta clara con lunares
de mantequilla. Carcomiendo carne -como termitas inmensas- brindando con cálices
y tronchando panes sin creer en los milagros.
Hay festejo y, si hay festejo habrá mocitas con pincel de
cenicientas y varones de camisa abierta con contoneos de mirlos ennegrecidos. Y
habrá abuelas que hablan con sí mismas -porque se cansaron de hablar con
celestinas- y, de seguro, que habrá también una camarilla de chiquillos tirándole
piedras vanidosas a la luna.
Y al avance del festejo, se abrirán los ojos alimentados por
el vino y crecerán las mentiras en la bocas de los gallos. Y habrá medra de infantas
y corros de bravucones buscando crestas que se erizan. Y habrá tropezones en el
aire y golpes en las mesas que adolezcan de cojera.
Hay festejo esta noche en la plaza. Una plaza que mañana
dormirá la resaca empachada de vidrios, sangre y vómitos de arenas. Pero yo
estoy aquí. Quedo. Si tener más fiesta que el baile de una palomita que gira
ciega alrededor del flexo que me empapa.
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