Salí a por palabras y, en esto que voy con mi estaca-coge-vocablos apartando acá y allá, y me
encuentro con un corazón asomando por entre la corona de unos matorrales. !Menudo desperdicio! -pensé. Y es que no se
debe de tirar un corazón así como así. Que sí, que ya sé que algunos andan ya
hartos de batallar con el suyo, pero ¿a dónde va a ir ahora este individuo o
individua con su caja torácica vacía como la cabeza de un chorlito? Ahora,
recién tomada su decisión, pensará que se libró de un profundo peso y pesar y,
me lo imagino, me la imagino, respirando altivo-altiva, presumiendo de
semejante hazaña.
- ¿Y su corazón?
- Pues nada, que lo he tirado.
- Pero hombre-mujer. ¿Dónde va a ir usted ahora sin semejante
órgano?
- Pues míreme usted tan pancho-pancha.
- Pues vaya usted con dios mis descorazonado-descorazonada
amigo-amiga.
- Pues con dios que quede usted.
Así me imagino la conversación entre el
infortunado-infortunada y el primer amiguete con el que se cruza. El-ella tan
orgulloso-orgullosa de carecer ya de lugar donde albergar sus penas. Tan vacío.
Tan indolente. Tan desaforado.
Y es que no son buenos tiempos para los corazones ajados. A
la gente le gusta llevar ahora su corazón aseadito, sin cicatriz alguna que lo
estigme, sin recuerdo que lo lacere, sin pena que lo cultive. Un corazón más
para llevar colgado que para llevar adentro. Un corazón que no sienta cuando
sus “guosaps” (yo el inglés para los ingleses) le lleguen sin la respuesta del
amado o amada. Un corazón rudo que acepte los ailaiques del feisbuc (sigo con
mi particular lucha con la lengua del imperio) sin inmutarse.
Pues mire usted. Señor o señora de este corazón que me he
traído a casa con cariño para conservar en frío. Yo llevo acá, un poco a la
siniestra de mi pecho un corazón maltratado, cicatrizado, estigmado, lacerado,
gastado, agraviado, golpeado, magullado, llagado y muchos –ados más…, pero
¿sabe?, eso sólo me indica que amé, sufrí, reí, canté, soñé, lloré, perdoné y
muchos –é más… Porque quien llega al final del trecho con el corazón sin gastar
se ha dejado una inmensa fortuna de sensaciones en el camino y, la vida, esta vida, no está para ir saltando charquitos de sonrisas.
Feliz corazón. Feliz destino.
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