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ESCLAVA DE LA LUNA



Me pregunto si seguirás siendo esclava de la luna. Si seguirás esperando junto a aquella barra de espejos duplicados –piernas cruzadas y espalda de invierno-. Si beberás aún aquel champán afrancesado que derretía –inmisericorde- el velo de tu garganta. Si seguirás desnudándote –ojos en azul- en aquella habitación sin alma ni perchas de corales.

Me pregunto si aún mantendrás aquel rubio entre tus labios y, de ser así, si aún dibujarás cielos huecos con el humo. Me pregunto por tu anillo de la suerte –compositor de luces en aquellas paredes jacintinas-, y por tu voz, ¡cómo me pregunto por tu voz! -aquella escarcha nasal que tanto me estremecía…

Me pregunto por aquellos amaneceres cuando, invitada a mi morada, a mi alimento y a mi tálamo, confundíamos el amor y la pereza; por aquel pan blanco donde untabas tu sonrisa, y aquel pan negro donde untaba mis demonios… Y por el final de aquellos domingos de resaca marinera, agotados -por la inercia de tu tiempo y tu misterio- en la acera de la tarde impenitente.

Me pregunto por tu nombre, porque –aunque lo achacabas a mi memoria- me lo trocabas tantas veces…

Me pregunto -rehén de mi recuerdo- si existirás como existías, porque yo –pobre cambalache de versos y noches- busco, entre mis razones, tu burdel de primavera.


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