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PERO HAY OTRO SEPTIEMBRE MÁS…



Hay otro septiembre. Siempre hay otro septiembre. Siempre traen todos los años y todas las estaciones otro septiembre.

Es el que anida en el vientre de las piedras y germina el feto de lo insignificante. El que gira en un grano de arena buscando el centro del horizonte. El que se detiene en el camino junto a la mariposa que miente su ceguera. El que late en las babas secas de las caracolas abandonadas.

El que nace entre las ruinas de los amores inconvenientes. El que convoca a las astillas de aquellas lágrimas que se sostienen en la carne…

Es el septiembre silente e insospechado. Marinero de papel en olas de mentiras. Menudo. Inquieto. Sabio. Turbio. Carcelero.

Es el septiembre al que escribo desde mi alma pequeña -encogida en el miedo de la dicha de los otros-. Es el septiembre al que –por destino- acaricio y padezco. Imparcial en mi contorno. Quimérico, noctívago y feroz.

Es el septiembre que sólo entenderán aquéllos que hayan visto, en sus ojos, los ojos de las orugas que devoran la gloria y la sesera.


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