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NIÑA DEL NORTE



Te recuerdo ayer. Mientras dibujaba océanos en tu espalda avariciosa. Sembrando tu vientre de trigales y alimentando tus resquicios con mi audacia. ¡Cómo yo velaba tu sueño irresistible! ¡Cómo tú inflamabas de sonrisas mis cuadernos!

Era blanca, siempre, la luz del día. Como una mariposa blanca. Eran granas los atardeceres y se agigantaba la luna en un mar de luminarias. No había instantes si tú no estabas. Y cuando estabas, se olvidaban los reflejos en los cajones -escondidos los paisajes de tu mirada-.

Sembramos de humerales caminos infinitos, y de pétalos y lluvia el rincón de las batallas. Construimos ábacos gigantes para arquear sumas incontables: tus besos y mis besos -crisol de miel dorada… 

Marchaste de puntillas. Como se marcha el vaho de los cristales. Y en mis pensamientos -impropios por designio- sigue asomando impropiamente tu distancia. 

He de tomar impulso -me digo-. Pero a lo más que alcanzo es a la luna oscura, que dejaste temblando, en mi memoria…


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