A usted señorita. A usted que pasa cada tarde mientras concreto
mis pertrechos y me pierdo en un nuevo intento de alquimista insatisfecho. A
usted a la que veo a vista de pájaro a aquel lado de la calle -cercana mi ara
al balcón desnutrido de adjetivos. A usted que muestra coleta rubia, falda razonable
y bolso en bandolera. A usted que no es guapa ni fea, ni alta ni baja, ni ancha
ni estrecha, ni todo lo contrario... A usted que existe para ser sueño de
cualquier vate zaherido y, en cuya boca y reflexión presagio, por ese orden,
sonrisas y desalientos.
Sepa
que cualquier día de éstos en que me pille con el corazón desatinado y la luna
ande rellenita de nácar, voy a bajar a preguntarle su nombre y a bañarme en sus
ojos atlánticos y, si usted no lo remedia, voy a acabar con nuestro
desconocimiento mutuo atrapando sus labios con mi mirada y su cintura con mi torpeza
para que, a la postre y, si la alquimia de los versos no lo remedia, usted proteste
por mi vesania y, tras su nueva marcha, yo siga esperando inútilmente su paso
en mi aterido balcón como un colegial inacabado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario