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¿CÓMO TE VA?




¿Cómo te va? Y una vez bien mirado al sujeto al que uno ha encontrado diez años después del último desencuentro, va uno y se interpela sobre qué ha de responder a tan ajustada pregunta. ¿Cómo me va? ¿Desde cuando he de contarle? ¿Desde hoy que usted me ve desocupado? ¿Desde antesdeayer, cuando esa última alma que me habitó hizo las maletas y certera dio un portazo que no hizo temblar los cuadros porque siempre fui perezoso para colgarlos? ¿Qué es lo que realmente quiere usted saber de mí? Porque si su interrogante se refiere sólo a un acto de cortesía, mejor callo y sigo este camino por el que desfilaba –con disposición de hormiga- sin más contemplaciones. Pero, amigo, si su pregunta busca esa respuesta por la que usted desinteresadamente se interesa, me ha puesto en un considerable brete. Y es que, vera, irme lo que se dice irme, no es que me vaya mucho, ya conoció usted de otra época mi contumaz inmovilismo genético, pues bien, ése sigue sin remedio. Ya le he dicho que hoy me ve usted algo haragán -normalmente tengo el corazón en otro, el alma en un nube y las manos manchadas de palabras- mas no sería acertado decirle que …allá voy sin mucho más que el arrastre de la vida. Mi querido amigo, desde que usted dejó de verme en esa colmena en la que un día compartimos reina, he sido vigía de faro, buscador de perlas y lazarillo de pirata. He perfilado mares sin surcarlos, montañas sin pisarlas y corazones sin amarlos. He sido amante de la noche como sólo la noche deja a uno que la ame. Y he perdido tanto oro y ganada tanta plata que mis caudales son tan escasos como siempre. Pero vera usted, mi bienintencionado amigo, usted que es la bonhomía hecha persona, usted que me tuvo por lo que nunca fui y que me tendrá por lo que nunca seré, me va a permitir hoy, en que la mañana anda entretenida con la blancura de los zócalos, que no le haga perder el tiempo con la oquedad de las palabras vagas, y que mejor sigamos cada uno por esta hilera de hormigas de carne y hueso que nos puso frente a frente, porque ni a usted le importa un carajo cómo me puede tratar la vida, ni a mi me apetece contarle ningún verso rayado para que, al mediodía, lo recuente usted en su santa casa.      

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