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CONSUELO...




No sé llevar tu música. Ni el jugueteo de tus zapatos en la lluvia. Desconozco el rango de tu soledad y el tono gradual de tu silencio. Siempre fui bailarín torpe y oráculo escaso, mas sequé las lágrimas más difíciles y escuché                    – entrelazadas las manos y serenos los destinos- los lamentos más insondables. Conozco lo más oscuro de la noche porque es el balcón de mi recreo, y soy sabio en puntear cada estrella y las penas que en ellas se han de colgar para el destierro. He sido peregrino de caminos por compartir las espinas de los zarzales, y guardián del canto de los pájaros para entregarlo luego en cajitas plateadas. He sido más compañero que acompañante y más cantarín que músico. Más fuerte que forzudo y más enamorado que amante. Te puedo sorprender en cualquier esquina con la nariz roja de un payaso y trepar a tu imaginación alzado por mil globos de colores. Sonríe, niña-compañera, recuérdale a esta noche la claridad de tu mirada. No merece tu llanto la gran golosina que es la vida. Dame pues tu mano y bailemos -con mi torpeza ineludible- el último bolero del invierno, que de ése sí me conozco los pasos y las notas suspendidas en el aire.

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