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ME QUEDÓ UN RETAL


Me quedó un retal de nuestro amor. Un retal descosido de tu cuerpo en quién sabe qué noche de locura. Me quedó un retal pequeño –como para un remiendo- pero no sé hacer remiendos… Tampoco sé coser un botón. Soy torpe. Como sólo lo es un hombre solo.  Guardo el retal en una caja –que está bajo otra caja que está bajo un armario que está bajo mi techo- donde también amparo una foto que te hice, un poema antiguo y una moneda que no uso. Y es que ya se me enturbian todas las fotos, apenas escribo versos y olvidé la destreza de hacer cambalaches –donde ahora el amor siempre me sale perdiendo. Cuando tengo el retal cercano lo comparo con mis manos cosidas –ésas que lo arrancaron. Y con mi alma cosida -ésa que lo alimentó cuando era grande como un cuerpo. Y con mis palabras cosidas –ésas que lo trovaron cuando eras tú.  

Me quedó este retal de nosotros –porque yo también era tú. Pequeño. Acuoso de lágrimas. Seco de olvidos. Ya no tiene el retal más colores que los tuyos –que eran entonces todo un arco iris. No tiene más piel que aquella que te dejaste esparcida por el tálamo. Este retal me lo recuerda. Y me recuerda cómo pude ser tanto y, a la vez, tan poco. Y me recuerda cómo es que estuviste. Cómo que marchaste. Por eso yo lo guardo –en la cajita que está bajo el armario que acoge mis prendas de hombre solo. Lo guardo por ti y por mi miedo. Por mi miedo a que sea el último trozo de piel que acaricien mis manos…

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