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SEÑORITA, USTED PERDONE…




A usted señorita. A usted que pasa cada tarde mientras concreto mis pertrechos y me pierdo –inconsistente- en mi labor de alquimista malcontento.

A usted a la que veo, a vista de pájaro, a aquel lado de la calle –donde los gorriones devoran insectos y las farolas devoran sombras-.

A usted que muestra coleta rubia, falda razonable y bolso en bandolera. A usted que no es guapa ni fea, ni alta ni baja, ni ancha ni estrecha, ni todo lo contrario...

A usted que existe para ser sueño de cualquier vate ofendido y, en cuya boca y reflexión presagio, por ese orden, sonrisas y desalientos.


Sepa que cualquier día de éstos, en que me pille con el corazón desatinado y la luna ande desplegada de nácar, voy a bajar a preguntarle su gracia y su desgracia y, si usted no lo remedia, voy a acabar con nuestro desconocimiento mutuo atrapando sus labios con mis ojos y su cintura con mi torpeza para que, a la postre – y visto, tras los años, que la alquimia de los versos, no por infatigable es cierta- usted proteste por mi vesania y, tras su nuevo inicio en el sendero, yo me quede esperando –inútilmente- junto a la pena divertida de los gorriones colegiales… 

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