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EL CIRCO DE MI BLOG


¡Atención respetable público! ¡Damas y caballeros! ¡Señoras y señores! ¡Niños y niñas! Bienvenidos al espectáculo más viejo del mundo. Bienvenidos al Circo de la Añoranza. Bienvenidos a la arena de las palabras. Al albero de las tildes. A los artificios de las metáforas. A los malabares de la rima. Bienvenidos a la Carpa más triste del Universo. En unos instantes ante ustedes se va a desplegar la magia de lo paradójico. La tristeza del pesaroso. La felicidad de los imbéciles. Vamos a sacar de nuestras chisteras cada recuerdo que nos dañe, cada beso que no dimos, cada perdón que olvidamos, cada silencio que confundimos... Vamos a presentar batalla a la hipocresía. Dañados en nuestros propias heridas. Pero ésas que son nuestras. Que nos dan el privilegio celestial de habernos maltratado. No es éste un Circo para timoratos ni medrosos. No es éste un Circo para aquellos que no hayan soñado nunca. Queda terminantemente prohibida la entrada a los que no pecaron jamás porque ése es el mayor de los pecados. A los que se siente perfectos porque ésa es la mayor de las imperfecciones. A los amantes de la falsa modestia porque ellos no tendrán virtud que mostrar. Éste es un Circo donde la tristeza alumbra porque se apagó cualquier otro foco. Donde los payasos sollozan y los acróbatas pasean por el vacío sin red que les proteja. Éste es mi Circo, el de los derrotados en mil batallas pero siempre alertas para contender en otras mil, el de los necios a fuerza de amar, el de los inconstantes porque se cansaron de la rutina, el de los amantes de las noches porque el día esconde la belleza, el de los que quedaron ciegos de tanto mirar al sol… Mi Circo, el de los navegantes, el de los perrillos marrones, el de los otoños desacostumbrados, el de los músicos sin saxo, el de las enfermeras desmemoriadas, el de las habitaciones inconclusas y los relojes sin cuerda… No, me niego a ponerme la nariz de payaso, no os voy a hacer reír, tampoco os quiero hacer llorar. Pero no quiero fuegos de artificio, ni  primaveras postizas;  me opongo a cantar a la luna, y a los enamorados torpes, no deseo besos inofensivos ni caricias que no desgasten.

Así pues, pasad si osáis. Pasad y revolcaros entre mis palabras. Sentid conmigo la bendita miseria de los que no esperamos nada. Si acaso, un amor clandestino para esconderlo en la mochila donde, de niños, llevábamos los sueños de juguete.

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