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NIÑEZ

Quiero mi niñez. Ambiciono mi niñez y sus sueños encubridores. Quiero volver a jugar a las canicas –y tener una boliche- y a policías y ladrones y correr en busca de un pañuelo que me espere en suspenso. Quiero volver a sentir el griterío de un patio salesiano. Y el eco virulento de la campana tocando a misa de doce. Y el anhelo del recreo. Y las ranas zamponas. Y las albercas sucias de niños. Y los perros marrones, sin pedigrí ni correa. Quiero regresar. Desandar la vida que me ha tocado. Esconderme de nuevo y contar hasta veinte y que nadie me alcance. Quiero volver a perder un diente sin darme cuenta. Y cargar con una cartera preñada de ilusiones y lapiceros mordidos. Quiero patear un balón derrotado y encestar mil canastas de dos puntos. Regresar a las faldas de mi abuela y volver a oler ese perfume a gachas y chocolate. Quiero retornar a las aceras en verano, a las callejas de jazmines infinitos. Quiero andar con camiseta de tirantes y un pantalón corto y raído manchado de mil colores. Quiero patear los charcos con mis botas de goma. Quiero botar veleros frágiles en los riachuelos de la calle. Deseo mojarme con la lluvia del invierno y coger un catarro y oler a “vivaporús”. Quiero sorber los mocos sin vergüenza. Deseo regresar, volver a ese útero mágico de donde nunca debí salir. Pero, sobre todo, quiero volver a conocerte porque, entonces, todo lo viejo será nuevo, todos tus besos serán el primer beso, y tu falda plisada volverá a levantarse con el viento primitivo.

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