Dicen que está muriendo mucha gente de tristeza. Me lo
cuentan los gorriones que marchan a La Habana. Me lo dicen los vientres
nervudos y habladores de las hojas marrones de los parques. Dicen que hay una
epidemia que arrambla con el brillo de los ojos y se hace agujas en las grietas
de la sangren. Y yo, que he visto a tantas enfermeras llorar ante los ojos
vacíos de los pájaros, me he puesto a cubierto bajo el trozo de piel que se empapa sobre mi mirada de contrabando.
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