Esta noche me alumbra la desgana. El cielo sigue desteñido y
enterneciendo las piedras con su agua bonachona. Dicen los que dicen que ya se
marchan las lluvias de marzo, que la primavera mocita espera tras la puerta y
que, a lo mejor mañana, o a lo más a su paso, empezarán a entreverse los misterios
que la preñan.
Vendrán la mañanas mimosas y las tardes amarillas, los
jazmines blancos de tu pelo negro y el verde gritón de las ranas principescas, el
violáceo en los caminos y el rojo en la sangre de los poetas.
Así que me voy a despedir de ti, noche macilenta, lluviosa y
fría -como el último contrabando-, encubridora de mis versos más ruinosos,
portal de mi soledad y mi pereza… Me voy a despedir de ti hasta no sé cuándo,
hasta no sé dónde, hasta no sé con quién…
Será el horizonte de tu Otoño y el trazo de mi vida los que,
aquí o allá, o acaso algo más lejos, vuelvan a cruzarse en la rúbrica sin
nombre de un mustio poema.
Feliz noche. Feliz destino.
(Feliz atardecer América)
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