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DESLUMBRADOS



Estábamos tan acostumbrados a las sombras y nos encendieron el sol de pronto. Así sin avisar. Sin anestesiarnos. Sin previo convoco al oficio de amantes. Yo te conté los dedos de la mano. Tú me alisaste mi barba displicente. Yo te encontré un atajo en la cintura. Tú me encontraste un río en mis ojeras. Yo me sorprendí entre las columnas de tus muslos. Tú te arrellanaste en la blandura de mi pecho. Yo te robé un beso con mi nombre. Tú me devolviste una tarde con el tuyo. Yo me hice arroyo en tus cuevas jeroglíficas. Tú te hiciste vergel en mis aristas de varón.


Y se apagó el sol. Tan de repente como fue prendido. Nuevamente sin avisar. Pero, ya sabíamos tanto el uno del otro, que nuestras pieles no olvidaron jamás el camino.    

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