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DEL DOMINGO, LA AUSENCIA…




¡Cuánto he trovado a las tardes del domingo!

A la tranquilidad atormentada que las devora. A la paciencia infinita de la araña que las teje. A la espesura calmosa de la sombra que las extiende. A la ancianidad precoz del aliento que las jadea.

¡Tardes del domingo!
¡Pequeños otoños en el latido de la vida!

Hojas desmayadas en las esferas de los relojes. Caravanas de hormigas en las cortezas de los árboles sensatos. Poemas retirados de las bocas de los amantes locos. Lluvias invisibles sobre los ojos del paisaje ciego.

¡Tardes del domingo!
¡Sois ausencia!

Ausencia de mi verbo y de sus ojos. De mi espada y de su boca. De mi yelmo y su saliva. De mi caricia y de su vientre.


Su cuerpo nunca estuvo en una tarde de domingo, y yo sigo teniendo su beso oculto en un rincón de mis sábanas olvidadas…  

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