Somos frágiles. Tremendamente
frágiles. Pasé la tarde en un Hospital donde se acumulaban camillas con
personas que se habían roto. Unos más. Otros menos. Unos veteranos ya en esto
de romperse. Otros recién estrenados en la rotura. Se les nota en las caras. Se
les nota en el ánimo. Se les debe de notar en el alma. Porque nadie piensa que
se va a romper. Es cierto que intuyes las grietas. Luego las sientes. Más tarde
las ves crecer. Pero siempre crees -en tu yo más inconfesable- que la vasija
aguantará. Que el barro del que estás hecho es de otra pasta que aquél del que
están hechos los otros. Pero esta tarde vi vasijas de todos los tipos sobre las
camillas. Vi vasijas que lloraban. Vi vasijas que se desesperaban. Vi vasijas
que se resignaban. Y vi muchos alfareros remendones -como aquél inolvidable del
maestro Saramago. Todos con batas blancas. Para que se note el barro. Para que
no se nos olvide de lo que estamos hechos…
Cuando me rompa quiero
hacerlo en mil pedazos. Pienso que sólo así quedará entera mi alma…
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