Aquellos que caminamos solos estamos en esa parte del
Planeta donde son ariscos los destinos. Unirnos no nos vale -cada cual lleva su
brújula en el bolsillo. Cada cual carga con la huella del último paso que no
dio, con la epístola que no devoró ningún buzón bajo ninguna farola, con la
anotación -en papel pretérito - de aquella cita de la que se excusó, o con la
señal triste de aquel beso que se hizo el recatado en la arista de los labios.
Aquellos que caminamos solos somos funámbulos sobre los
hilos de plata que dicen sujetar a las estrellas menos luminosas. Misterios
para el azar que germina en los troncos de los árboles llorosos. Espejos con un
único reflejo. Sábanas a medio deshacer y meriendas con un solo juego de
cubiertos.
Aquellos que caminamos solos no somos más extraños que lo
que transitan custodiados el sendero. Soñamos, reímos, lloramos, nos
alimentamos, sabemos hacer el amor y hasta cantar en la ducha. No somos seres
mitológicos y, aunque tantas veces las cerremos, también tenemos color en las
pupilas.
Aquellos que caminamos solos vamos tan cerca de usted que,
en ocasiones, ni ve nuestra sombra y, vamos tan lejos de vos que,
inexplicablemente, de tarde en tarde, le llega nuestro eco.
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