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JUEVES SANTO



Jueves Santo. El preludio de todo. Trece pescadores en la mesa. Los postreros alimentos. Traición y plata. Rabinos negros. Soldados de cuero. Espinas y sangre. Las calaveras del Gólgota. El madero silente. Una sola muerte para demasiados vivos. Unos pocos clavos para demasiadas manos. Procederán en la forma en que marcaba tu designio. Pero, aún conociendo la corteza de tu camino, Tú también demandarás explicaciones al cielo. Allá parecen que están todas. Entre eslabones de celajes y conciencias infinitas. Entre ángeles cándidos y cuervos negros.

Yo no salgo a verte procesionar ni hago penitencias. Me entregaste la mía y con ella convivo. Yo tengo mi cruz y mi Judas. El alimento que me gano y el cáliz que me amarga. No demando porqués porque no entiendo los silencios.

Y es que hay demasiadas cruces en esta tierra que dejaste ahogada y fría. Y falta pan en muchas mesas. Y agua lejos de los arroyos. Y mantas que arropen el frío lacerante. Por eso no te quiero de oro y sedas. Te quiero desnudo y débil. Como hijo del hombre. Como hijo de Dios. Pues no hay lugar para una rosa en la llaga del que sufre…

Esta noche se iniciará todo y yo me santiguo en el nombre de tantos que te requieren. En el nombre de la miseria y la enfermedad; del hambre y de la metralla; de los niños mineros y de las mujeres encerradas en las cárceles del alma; de los ladrones buenos, y de los samaritanos torpes...

Yo me santiguo con la esperanza de que, al fin entiendas que, para muchos, otro año, por más que reviente el cielo, tampoco nacerá la primavera.

Desde mi pobre morada, desde mi alma de niño, yo te suplico que les entregues el paraíso cuando toque pero, en el nombre de tu Cruz, aparta de su lado los mordiscos de los tiranos.


AMÉN

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