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DESPERTÓ EL OTOÑO



¡Despertó el Otoño! ¡Este Otoño que se había dormido! Ya se viene del cielo una lluvia prudente. Ya arrastra el agua las hojas secas que se asían al último sorbo de savia. Ya traerá este otoño castañas y boniatos. Ya miran hacia el cielo los párvulos y los ancianos. Ya les dibujan las nubes a los unos un otoño más, a los otros un otoño menos. Ya se viene San Rafael a custodiar esta bendita tierra. Ya se desdoblan las enagüillas para tapar los pudores de las mesas familiares. Ya se pliega la calle. Ya echa su persiana para abrir el tiempo de los lares. Este Otoño no llega a mi corazón por sorpresa. Lo estaba esperando. Lo acechaba tras la pared gris de una tristeza diminuta y propia. No me va a traicionar como otros tantos otoños. A este Otoño lo espero con su misma lluvia y con sus mismos anocheceres prematuros. Le daré a beber de su misma agua estancada –casi de barro. Este Otoño no me hará daño como otros tantos otoños, porque este Otoño ha despertado tarde y la desventurada membrana que me envuelve ha crecido lo suficiente para rodearlo y amortiguarlo. Llegas tarde y me has dado tiempo a esperarte. El tiempo suficiente para dormir tus llagas, para ensombrecer tus miedos, para callar –de una vez y para todas- tu balada triste de acordeón borracho.

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