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EL PERRILLO MARRÓN

Ahora que se arriba la mañana hay en la acera de enfrente un perrillo viejo lazarillo de un ciego imaginario. Es un perrillo marrón. ¿Por qué todos los perros mediocres son marrones? Nunca he visto un perrillo abandonado de una blancura nívea, o de un negro azabache. La verdad es que el marrón es un color prosaico, inexpresivo, nada lenitivo con las metáforas más agraciadas de los poetas de siempre. Pues sí, este perrillo es marrón. Ni tan siquiera una sucinta mancha de color disímil salpica su pelaje romo y alopécico para hacerlo algo más interesante. El perrillo me ha mirado y yo, desde mi balcón de segunda, le he lanzado algo parecido a un chiflido cariñoso –nunca supe silbar bien. Pero el perrillo lo ha entendido y ha agitado su cola escasa a modo de saludo, a modo de un buenos días, a modo de qué tal caballero… Sinceramente me han dado ganas de bajar y subirlo a mi piso –también de segunda como mi balcón- y alimentarlo con un buen tazón de leche y unas galletas ¿Comen eso los perros abandonados o sólo los hombres abandonados? No sé. Pero como yo respeto la soledad ajena a diferencia de tanto imbécil que cree que la soledad siempre es proterva, me he contenido y nuestro leve encuentro ha concluido con un adiós algo estúpido de mi mano diestra. Y ahí ha quedado el perrillo con su colilla de infante y su pelaje escaso. Cuando he entrado me he mirado en el primer espejo de la casa. Sí, ciertamente yo también voy teniendo un tono pardo bastante ramplón…

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