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LOS RELOJES Y EL ALMA


Hay en mi casa mil relojes y un alma. Los relojes tabletean con su tic-tac diminuto pero solemne – como un nazareno pequeño. El alma se mueve inquieta y umbría, a la sombra de un ciprés que continuamente la acompaña. Alma y relojes son compañeros del mismo destino tan cierto como infortunado. Contadores indolentes de su agotamiento innegable. A veces me extraño de no tener mil almas y un solo reloj –a fin de cuentas al alma no hay que alimentarla. Tengo los relojes más anárquicos del universo del tiempo y el alma más escueta del cosmos de los espíritus. Cada reloj marca –despechado e indiferente- la hora que más le conviene, sabedor de su supremacía sobre mi alma diminuta y estéril. Es por ello mi casa un gorgoteo de campanillas que dan las horas a destiempo. Es por ello mi alma un barullo de confusas emociones donde, sólo a veces, se impone con la rotundidad de un capitán de barco, el señalamiento cierto de mi destino.  

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